La luz penetra a raudales a través de la ventana, revelando
la amalgama de colores presente en la pintura. Pincelada tras pincelada, trato
de captar todos los detalles posibles del modelo que tengo ante mí. Imbuida de
un espíritu creador hasta ahora desconocido, mi único miedo radica en no ser
capaz de reflejar fielmente en mi obra aquello que contemplo. Una suave brisa
agita levemente las hojas de mi escritorio y suaviza la temperatura de la
habitación. Todo está en calma, todo está en orden.
Salvo por esa oscura figura que se está deslizando a través
de la ventana.
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