—Fea. ¿A dónde vas con esa ropa?
—Déjame, no voy mal –Belén se apretó la falda verde que tanto le gustaba.
Le llegaba por las rodillas, justo por encima; pero le quedaba estupenda.
—¿Tú te crees que vas a salir con ese moratón asomando en la mejilla? Van
a decir que te maltratan. Y ha sido culpa tuya, tú te lo ganaste. Eres una
escoria.
—No soy una escoria –se mordió el labio, acobardada—. Y sí me maltratan,
no es culpa mía.
—¿Pero qué dices? ¿Qué harías tú sola? ¿Qué sería de tus hijos? No tienes
dinero.
—Hay ayudas para eso. Y estarán mejor lejos de aquí.
—¡Pf! –bufó—. Eso es todo una mentira. ¿Qué podrías hacer tú? Si eres
débil, ¡débil!
—No soy débil –Belén se armó de valor y fulminó a aquellos acusadores
ojos que la despreciaban—. ¡No soy débil!
Belén controló su acalorada respiración. En su reflejo podía apreciar
como la floreciente determinación iba sustituyendo al miedo. Con toda la fuerza
que pudo reunir, apartó la mirada del espejo y dio el primer paso para
denunciar a su torturador y escapar de aquel infierno. Saldría de allí y
sacaría a sus hijos. Tendrían una buena vida. No era débil.
Comencé a leer, y según avanzaba pensé que estaría bien que todo fuera una reflexión consigo misma, que no hubiera más de una persona. Y al acercarme al final, vi que tú ya habías caído en esa idea. I like It.
ResponderEliminarE.J.