domingo, 30 de octubre de 2016

DIME, ESPEJITO...

Espero que mi oído no me engañe. Las pisadas, tan cercanas antes, cada vez se escuchan más débiles. No me atrevo a respirar aún. El sudor frío recorre mi espalda. La luz de la vela parpadea débilmente. Mejor no moverse. No todavía.

Ya no oigo nada. De acuerdo, ya puedo respirar. Poco a poco. Sin hacer ruido. Está bien, ahora hay que intentar moverse. Sin ruidos. Por favor, que se haya ido. Espero que no cruja esa madera.

Los cristales rotos y las maderas astilladas dan fe de lo que acaba de ocurrir aquí. Una rata se asoma por la puerta. Mejor harías en salir corriendo. Me contempla, quizá tratando de descifrar qué puede ser aquello que provoca tal terror en mi rostro.

Vámonos. A un lado de la habitación unas sombras caídas, informes… No mires ahí. Probablemente volveré a verlas, cuando acudan a sembrar de miedo mis sueños a partir de hoy.

Bien. Ya casi alcanzo la puerta. No se oye nada. Muy bien, poco a poco. Paso a paso.

El suelo cruje. La madera es antigua.

Venga, abre los ojos. Sigue sin oírse nada. Maldita madera, maldito suelo. Tengo que salir de aquí.

Un espejo al fondo del pasillo. La escasa luz de la vela en la habitación que dejo atrás apenas es capaz de iluminar…

Dios mío. Ahí hay algo.


La vela se apaga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario