viernes, 8 de enero de 2021

Una misión desesperada


- ¡¡¡¡Fiiiiiiiirmes!!!!

Cuando el sargento pronunciaba esa palabra, todos sabíamos lo que significaba. Todo el mundo en formación. A continuación, la perorata exaltada comunicándonos el objetivo de la misión, la estrategia a seguir… culminando con un breve pero intenso recordatorio de que éramos la élite, y que por tanto actuáramos como tal. Suspiré con resignación, y acudí a formar con el resto de mis compañeros.

- Descansen. Caballeros, hace una hora hemos recibido una llamada de socorro de abajo. No voy a engañarles: la situación es mala. Se requiere que actuemos con rapidez, decisión y precisión absolutas. Es decir… de la única manera que conocemos.

Interesante. Un giro inesperado del guión. Todavía no había terminado su discurso y ya nos estaba echando flores. Comencé a escuchar con más atención.

- Como escuadrón de avanzada, nos corresponde el honor de ser los primeros. El plan de acción es sencillo: el cabo Rogers, junto con diez de sus mejores efectivos, abordará el sector 7 mientras que Simmons rodeará el sector 6…

Perdí el interés. Esto ya me lo conocía. Al final, cuando el sargento terminara el discurso, Johnston se dirigiría a nuestro pelotón y nos transmitiría nuestras órdenes. Mientras el sargento continuaba con su interminable diatriba, yo me preparaba mentalmente para la acción. Llevábamos unas cuantas semanas estancados en el cuartel, y todos empezábamos a impacientarnos. Esta misión llegaba en el mejor momento.

Media hora después, Johnston nos reunió. Nuestro pelotón se encargaría de cubrir el sector 3. El transporte salía en quince minutos, por lo que debíamos estar preparados para entonces. A sus órdenes, cabo.


***


- ¡Caballeros, ya conocen cómo va esto! En cuanto la luz roja se encienda, se abrirá la compuerta y saltarán cada 5 segundos. Una vez en el aire, no rompan la formación. ¡Repito, no rompan la formación! ¿Ha quedado claro?

Claro, mi cabo. Hemos saltado ya más de cincuenta veces, cabo. Podríamos cumplir las órdenes con los ojos cerrados. Miro a Schumann a mi lado, y me dedica una media sonrisa. Todos pensamos lo mismo, pero guardamos silencio y asentimos con la cabeza.

- ¡No os oigo! ¿Ha quedado claro?

- ¡¡¡Sí, mi cabo!!!

La luz roja se enciende. Por fin. Cuando me llega mi turno de salto, siento el indescriptible júbilo que me llena siempre que comienza una misión. La sensación del viento azotando mi rostro mientras caigo me transporta a un estado que sólo puede catalogarse como felicidad. He nacido para esto.


***


Cuando los primeros copos de nieve se depositaron en el alféizar, el niño pegó la nariz al cristal y comenzó a gritar de júbilo. Derrapó hasta la cocina, donde se dirigió a su madre con una enorme sonrisa en el rostro.

- Está nevando, mamá. La carretera se va a helar y mañana no voy a poder ir al colegio. Qué pena, con la ilusión que me hacía el examen de Lengua…

Su madre puso los ojos en blanco y suspiró. Mientras, el niño se dirigió rebosante de satisfacción hacia el teléfono y pulsó las teclas que tan bien conocía.

- ¿Hola, está Markus? Ah, eres tú. Oye, está nevando y mañana no vamos a poder ir al colegio. ¿Te apuntas a guerra de bolas de nieve?

Misión cumplida.

 

 

 

 

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