—¿Qué ves? —, me dijo.
Mi reflejo me devolvió la mirada.
—Me veo a mí mismo —,
contesté.
Me sobresaltó la piedra que cayó
sobre mi cara, que explotó en mil pedazos iridiscentes. Al levantar la vista, solo
quedaba el vacío y algunos cristales rotos. Volví la vista hacia el gesto serio
de mi maestro.
—La vida es como esta
piedra: impactará en tu alma, y si no eres fiel a ti mismo y a tus principios,
destruirá la esencia de quién eres y no quedará nada.
Me tomó del brazo, y caminamos
hacia la laguna.
—¿Qué ves? —, me dijo.
Mi reflejo me devolvió la mirada.
—Me veo a mí mismo—,
contesté.
De nuevo, me sobresaltó la piedra
que cayó sobre mi cara, que explotó distorsionando mi imagen en ondas que se
expandieron por la laguna.
—La vida es como esta
piedra: impactará en tu alma y tratará de deformar quién eres en realidad. Baja
de nuevo la vista.
Al volver a mirar, contemplé de
nuevo mi imagen, nítida y perfecta como en el principio. Alcé la vista hacia la
sonrisa de mi maestro.
—Si eres fiel a ti mismo y
a tus principios, la vida te pondrá a prueba, y en algunos momentos te sentirás
irreconocible. Más, si perseveras en tus ideales, nunca olvidarás quién eres.
Incliné la cabeza humildemente, y
hundí mi cuchillo en el corazón de mi maestro. Mientras exhalaba su último
aliento, le susurré al oído:
—Gracias, maestro. Sin
vuestras lecciones, jamás habría sido capaz de hacerlo.
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