En el norte hace frío. Flexiono mis dedos agarrotados y dejo que se
recuperen al calor del motor. Ha sido una mañana dura de trabajo, y ya no soy
tan joven como antes.
Terminada la entrega, hago un gesto de saludo, y arriba otra vez, a la
carretera, mi vieja amiga.
Vivimos tiempos difíciles. Me gusta creer que estoy aportando mi granito de
arena para que no lo sean tanto para mucha gente.
Muchos me preguntan que cómo lo aguanto, y que si no tengo miedo; otros me
dan las gracias por nuestra ayuda y servicio en estos últimos meses de
pandemia. La verdad, no he hecho más que mi trabajo, como venía haciendo los
últimos veinte años; solo que ahora quizá he dejado de ser invisible.
Tengo solo mis pensamientos como compañeros de viaje. Dialogo con ellos
sobre mi familia, mis amigos, y los paisajes que contemplamos. A
falta de televisión tengo un buen parabrisas, y no existe libro equiparable a
la realidad que pasa ante mis ojos. Soy feliz.
Mientras las horas pasan lentamente junto al espejo retrovisor, veo pasar
las bicicletas y las tablas de surf, y sonrío. Un día más en la carretera para
que los demás puedan disfrutar de sus vacaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario